Conciencia plena

En este post me voy a poner un poco trascendental, pero sólo un poco 😛

Se pueden encontrar innumerables definiciones de mindfulness o conciencia plena, y todas ellas giran en torno a la acción (qué estás haciendo), el tiempo (cuándo lo estás haciendo) y el juicio (cómo interpretas lo que estás haciendo). Es una práctica espiritual procedente del budismo. Simplemente concéntrate en la acción presente.

Por partes, vendría a ser:

  • Prestar atención de manera intencional. Uno mismo conscientemente decide prestar atención a lo que ocurre a su alrededor (pensamientos y emociones), y no su alrededor el que capta la atención aprovechándose de tus conductas inconscientes.
  • En el momento presente.  Tu atención no está en otro momento ni en otro lugar, ni pasado ni futuro, ni allí ni allá (recuerdos, expectativas, preocupaciones, sueños, miedos, ilusiones).
  • Sin juzgar. Sin valorar. Sin adjetivar. Sin comparar. Sin etiquetar. Sin calificar. Sin opinar.

Quedarse ensimismado mirando la tele, “sentir alivio” mientras te comes compulsivamente un paquete de galletas o “desconectar” corriendo tres horas, por mucho que absorban tu atención, esto no es mindfulness.

Mindfulness está relacionado con la capacidad intrínseca de la mente de estar presente y consciente en un momento determinado, en un momento en que cuerpo y mente se sincronizan totalmente en un instante de realidad presente. Presencia plena y conciencia abierta se conjugan en un momento en nuestra mente/cuerpo/espíritu. Es esa cualidad propia de cualquier ser humano pero que ha sido motivo de estudio principalmente en el paradigma oriental, como no.

Esta práctica propone muchos ejercicios, que pueden encontrarse en algunos de los libros que ha escrito el monje budista Thich Nhat Hanh, quien una y otra vez recuerda que “¿cómo puedes estar vivo si tu cuerpo está aquí y tu mente en otro lugar?”

Vivimos muy deprisa, sin dedicarnos apenas tiempo a nosotros mismos (y no me refiero a entrenar, o salir con los amigos). Si nos paráramos a escucharnos a nosotros mismos, a percibir qué te dices automáticamente en según qué situaciones, a oír conscientemente cómo te hablas a ti mismo, nos daríamos cuenta de cómo actúa nuestra educación emocional, basada en la autocrítica, la culpabilidad y la comparación.

El cambio viene de uno mismo, y una buena forma de empezar es, primero de todo, sustituyendo mensajes negativos por positivos, incluso sin esperar nada a cambio, sólo por amor propio.

Personalmente considero 4 pilares principales en la vida (y no necesariamente por este orden):

  • Alimentación.
  • Actividad física.
  • Relaciones sociales (familia, amigos, compañeros de entreno, de trabajo, etc).
  • Emociones.

Si una de los cuatro pilares está descompensado, la vida cojea, no somos completos.

De hecho, desde hace décadas los científicos vienen demostrando que las emociones influyen en la asimilación de los alimentos, o cómo afecta al sistema inmunitario el pensamiento negativo, favoreciendo la predisposición a enfermar.

Desde otro punto de vista, Eckhart Tolle propone unas ideas similares en su libro «El poder del ahora». Según Tolle, la peor adicción del hombre no es la comida, el sexo, la televisión, el deporte o la droga, sino que hoy en día somos adictos a pensar. Dejar de vernos como nos muestra nuestra mente sólo es posible a través de la conciencia plena, que se alcanza a través de la meditación.

Hay quien dice que la meditación no sirve de nada, quizás por escepticismo, pero si no lo pruebas seguro no lo sabrás. Yo apuesto por el conocimiento empírico 🙂

La verdad que este es un tema muuuy extenso, y harto interesante…lo seguiremos en otro post, cuando me vuelva a dar la vena trascendental :))))